Objetivo, meta, propósito, destino, deseo, intención… Encontramos infinidad de formas para denominar aquello que deseamos en nuestra vida, aquello que deseamos conseguir, aunque muchas veces no tengamos claro cómo definirlo o cómo ponerlo en pocas palabras.
¿Qué preguntas hemos de hacernos al plantearnos un objetivo? La importancia de la manera en la que establecemos nuestras metas, es vital para alcanzar el éxito a la hora de conseguirlas.

En ocasiones, incluso ocurre que no sabemos ni siquiera lo que deseamos. Sentimos insatisfacción, apatía o desgana por como son las cosas en nuestro presente, aunque no sabemos qué la provoca, o qué es exactamente lo que cambiaríamos para que fuera diferente.
Otras veces, tenemos clarísimo lo que no queremos de nuestra vida. Lo que eliminaríamos o cambiaríamos. Aunque no solemos tener claro cómo hacerlo, o no somos capaces de trazar el plan que nos permitiría llevar a cabo los cambios necesarios.
Cuando nos encontramos así, solemos además lanzarnos a una frenética carrera que nos lleva a buscar fuera, de un lado a otro, algo que pueda cambiar la forma en la que nos sentimos. Una carrera en la que, si no nos darnos cuenta de que “se nos ha desbocado el caballo”, podemos incluso terminar en una depresión, trastorno emocional, o incluso adquiriendo hábitos perjudiciales para uno mismo.
A mi modo de enfocar las cosas, el pilar fundamental para saber cómo nos encontramos, dónde, qué deseamos y cómo podemos conseguirlo, es el autoconocimiento. Estamos tan acostumbrados a convivir con nosotros mismos, que la mayoría de las veces no nos prestamos la atención debida, ni se nos pasa por la cabeza quienes somos realmente.
Conocer profundamente quién soy, cómo soy, cómo funciono, cómo pienso, entender mis emociones, saber gestionarlas, qué me limita, qué me potencia… Es como el manual de instrucciones del aparato electrónico recién adquirido que nunca solemos leer, pero al que no tenemos más remedio que recurrir, cuando nos surge un problema.
Muchas veces, un problema no es un problema, si no un objetivo mal formulado. Pueden ser económicos, laborales, financieros, de carácter espiritual, pareja…, pertenecientes a las distintas áreas de nuestra vida. Y, la tendencia de un objetivo que no hemos concretado bien es a no cumplirse. Aunque comencemos muy motivados al principio, en el momento en el que nos encontramos las primeras trabas o frustraciones, se suele abandonar.
En muchos sitios podemos leer eso de: “si puedes soñarlo, puedes lograrlo”, y yo añado lo de “o no”.
Y estoy de acuerdo que esto de la motivación y del buen rollismo está genial, soy la primera que prefiere ver el vaso medio lleno antes que medio vacío, peeeero…
¿Por qué en líneas generales se pasa tiempo soñando con, que poniendo marcha eso que es necesario para cumplir nuestros sueños?
En este momento quizás estás pensando que, porque no es posible conseguir todo en esta vida, que hay cosas que no dependen de uno, que hay cosas que son inalcanzables, que no es tan fácil como lo pintan, que seamos realistas y mejor quedarnos como estamos, y darnos con un canto en los dientes…

Y estoy de acuerdo con ello, aunque lo anterior, eso que nos decimos cuando nos planteamos un cambio, y cuanto más grande mucho más, no es sino a consecuencia de la falta de concreción y planificación de esos sueños.
¿Realmente aterrizas aquello que sueñas y deseas para ti? Lo defines, lo organizas, le pones fecha de cumplimiento, eres realista con lo que deseas, mides el impacto en tu vida y en la de tu entorno si lo consigues. Es decir, desarrollas un plan definiendo los pasos a dar para conseguirlo…
Si a la idea o sueño no le sigue no un plan, acciones… en definitiva, pasos que te acerquen a tu objetivo, este se quedará en un sueño. En el anhelo de algo que deseaste que hubiera sido, y que nunca fue.
Si sigues lo que escribo habitualmente, te habrás dado cuenta de que siempre hago hincapié en que el auto-conocimiento es la llave que nos abre la puerta de verdad a la vida que tenemos derecho a vivir. Es esencial para conocer nuestra luz y nuestra sombra. Lo que nos limita y lo que nos potencia, facilitándonos así el camino y la consecución de lo que deseamos.
¿Qué aspectos deberíamos tener claros a la hora de definir nuestros objetivos?
- Clarificar lo máximo posible que es aquello que deseamos. Ser preciosos, claros y concretos, que es a veces lo que más nos cuesta.
- Definirlos en términos positivos. Es cierto que a veces, desde el no, podemos sacar en claro lo que queremos. Aunque cuando formulemos lo que deseamos conseguir, SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE, han de ir en positivo.
- Tendrán que ser medibles. Ya que será la forma de saber que lo hemos conseguido. Si piensas en una carrera, sabes que la has terminado cuando al final del recorrido ves la palabra “META”. Esto mismo lo necesitaremos concretar para nuestros objetivos.
- Tienen que ser alcanzables para nosotros. Depende ti al 100%. A mí me gustaría llegar a la luna, pero, ¿soy astronauta? Si no lo soy, ¿tengo el dinero para pagar un billete en uno de estos viajes que están ahora tan de moda? ¿Físicamente estoy preparada para hacer este viaje? ¿Estoy dispuesta a hacer todo lo necesario para ser astronauta? Los objetivos han de ser ambiciosos, aunque siempre dentro de nuestras posibilidades, y estas las sabremos cuanto más autoconocimiento poseamos.
- Tenemos que plantearnos un objetivo realista. ¿Poseo los recursos materiales y humanos para conseguirlo? ¿Tengo la capacidad o aptitud? ¿Si no la tenemos, al menos tenemos la forma de conseguirla? Si no conocemos nuestras limitaciones, caemos en la tentación de no ser realistas y, por lo tanto, de no conseguir aquello que nos habíamos propuesto con tanto anhelo.
- Hay que definirlos en el tiempo: Cuándo empezaré, cuánto me llevará conseguirlo, cuál será la fecha límite en la que lo habré conseguido… Ya que esto nos permitirá ir reajustando por el camino, o incluso desecharlo si llegado el momento no lo alcanzamos y decidimos no invertir más tiempo en ello.
- ¿Qué me estresaría o a mi entorno si lo consigo? De pequeña siempre tuve el sueño de casarme con un cowboy y tener un rancho en Dakota del Norte. No recuerdo donde surge este sueño. Supongo que sería algo que leería, o vería, que me impresionaría, alimentado porque siempre me han encantado los caballos. Si por un momento imaginamos que retomo este sueño, me propongo que sea una realidad y lo consigo ahora en mi vida presente:

- ¿Mi actual marido estaría dispuesto a convertirse en un cowboy?
- Si no, ¿estoy dispuesta yo a divorciarme para buscar un marido que lo sea?
- ¿Estaría dispuesta a dejar a mi familia aquí para mudarme allí?
- ¿Tengo los recursos económicos para comprarme un rancho?
- ¿Tengo los conocimientos necesarios para gestionar un rancho con éxito?
- Si consiguiera algo así, ¿realmente querría sacrificar lo que tengo ahora?
- Realmente, eso que he soñado es eso, un sueño que prefiero que se quede como tal porque no encaja en la realidad que quiero y que me he construido, o es un propósito que deseo conseguir a cualquier precio?
Este ejemplo es un poco extremo y exagerado, pero quería ilustrados que a veces, conseguir eso que nos hemos propuesto, eso que pensábamos que realmente deseábamos, conlleva unos cambios para uno mismo y para el entorno, que, de hacerlo, es más estrés lo que sentiríamos que satisfacción. Y que, por no medir el impacto real antes de comenzar nuestro plan, cuando lo conseguimos, no solo no nos complace tanto como pensábamos, si no que además puede ser una fuente de estrés e insatisfacción con la que no habíamos contado. Es más, las probabilidades de que no lo consiguiéramos por ser “conscientes” de esto, son altas, y lo normal sería que, si no queremos ver el impacto negativo que sobre nosotros tendría, nos auto-sabotearíamos en el proceso para tener una excusa de por qué no hemos llegado hasta donde supuestamente queríamos.
¿Esto cuánto cuesta?
- ¿Estoy dispuesto a pagar el “precio” que he de pagar para conseguirlo? Conseguir cualquier objetivo requiere que hagamos algo distinto de lo que estábamos haciendo hasta ahora, independientemente de que sea mayor o menor. Conocerlo te hará libre: libre para decidir y elegir.
- ¿Sabes lo que te va a costar y requerir conseguir tu objetivo? Desarrollar un plan para nuestro objetivo, bajarlo a tierra, ponerlo sobre la mesa, y desde ahí poder ver todo lo que requiere hasta llegar a la meta, nos dará una idea de qué va a ser necesario que hagamos para lograrlo. De no hacerlo, puede que lleguemos a momentos en los que la incomodidad del camino a recorrer sea mayor, que el beneficio que creemos que obtendríamos al llegar a nuestro destino y terminaríamos por dejarlo.
- ¿Estás dispuesto a hacer lo necesario para conseguirlo? La mayoría queremos lograr muchas cosas, aunque luego no estamos dispuesto a lo que estamos hablando de pagar el precio necesario para conseguirlo. Haz clic en este enlace , que te levará a este post mío en el que hablo más extensamente del tema.
- ¿Tengo los medios para pagar este precio, y si no, estoy dispuesto a conseguirlos? Cuando sabemos lo que nos va a costar conseguir nuestro objetivo, sabremos también qué recursos y capacidades necesitaremos para ello. Por lo que a partir de ahí, podremos ver qué tenemos ya, y qué necesitamos aprender, adquirir, implementar, etc. Contestarte con sinceridad a si estás dispuesto a realizar una nueva formación o adquirir un determinado recurso, te evitará iniciar un camino que de no estarlo, probablemente acabarías abandonando.
- ¿Estás dispuesto a recorrer la distancia que hay entre tu estado actual y el estado deseado al que quieres llegar? La imagen que tenemos de nosotros en la actualidad y la imagen de nuestro Yo habiendo conseguido el objetivo, en muchas ocasiones son muy distintas. A veces es incluso como si fueran dos personas diferentes. La persona que consigue el objetivo puede tener una apariencia distinta, una formación distinta, un empleo distinto, una forma de comunicarse distinta… Creer que somos capaces de convertirnos en esta persona que deseamos, nos permitirá llegar hasta ella. Y, si no lo creemos, no será más que un ideal de lo que nos gustaría haber sido pero para lo que no nos consideramos lo suficientemente buenos.
Si has respondido que no a alguna o todas las preguntas anteriores, creo que deberías replantear tu meta, para o bien enfocarla siendo más realista, o cambiarla. Siguiendo, nos quedaría:
- Desarrollar una visión de nuestro objetivo. Será la imagen de aquello que queramos conseguir. Nos permitirá visualizar como seremos cuando lo consigamos, y sobre todo, nos mantendrá enchufados, con gran motivación, durante el proceso.
- Y por terminar, ¡necesitamos un plan! Actuar, actuar y actuar. Porque un objetivo sin acción posterior se quedará en un sueño: Qué hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo, que tengo ya que me potencie, qué me limita, cómo fortalezco esto que me limita…
Aunque parece un proceso farragoso, y te adelanto que no hemos recorrido ni la mitad del camino. La información que obtendrías al responderte estas preguntas dará luz a muchas de tus dudas.
No me canso de decir, lo he mencionado antes, aunque es solo mi opinión, que en el autoconocimiento encontramos la libertad. Nos dará una foto de nuestra realidad actual permitiéndonos asumir el mando de nuestras circunstancias, y ponernos en marcha sabiendo hacia dónde vamos.
En un sucesivos post sobre objetivos, os ampliaré más información.
Si has llegado hasta aquí, muchas gracias por ofrecerme una de las cosas más valiosas que tienes… tu tiempo.
Me interesa tu opinión
[…] Desarrolla un plan meditado. Bájalo a tierra, establece tiempos y fechas, reevalúalo y modifícalo sobre la marcha si es necesario. Se consciente de aquello que juega a tu favor, y qué a la contra para deshacerte de ello. […]