Nos recomendaron ver en la formación de coaching ejecutivo que estoy haciendo en Kohero Escuela, como parte de las tareas propias del curso, la película de “La leyenda de Bagger Vance”. Y hacer una reflexión desde el punto de vista de un proceso de coaching y desde el de un coach.
He de decir que no la había visto y que es de esas películas que hay que ver. Y no solo una vez, ya que, de cada visionado, sacas un mensaje nuevo y distinto al anterior.
Desde el punto de vista de un proceso de coaching se puede ver cómo sería el desarrollo de uno, tal y como suele llevarse a cabo, si bien el final de este puede coger distintas direcciones. Quizás la que más nos guste y esperemos sea la de la película, aunque serán en esas, que toman distintos caminos, de las que más aprendamos como coach.
Me encanta el símil que hace Bagger Vance del propósito, el swing y de la potencialidad con la que nacemos todos. Ese punto en el que hacemos algo y como diría Mihály Csíkszentmihályi, entramos en estado de flow. Ese estado en el que estamos absortos en lo que estamos haciendo, el tiempo se detiene, estamos en un punto de máximo disfrute y conexión y, por definirlo de alguna manera, nos metemos casi hasta en una realidad paralela.
Ese momento en el que terminas y te das cuenta de que ni has comido, ni bebido, ni pasado hambre ni nada. Estabas completamente out. Haciendo aquello para lo que sirves.
Como coach, si alguien me preguntara qué es el coaching, para qué sirve y qué puede hacer por él o ella, le pediría que viera esta película. Y, si después de hacerlo, conectara con el concepto, que me llamase. Esto no va de explicarle o decirle a alguien lo que tiene que hacer, porque incluso haciéndolo con la mejor de las intenciones, esa receta valdría quizás solo para mí. Estaría basada en mi experiencia, en mis creencias, en mis valores, etc., que no tienen que ser los mismos que los de mi cliente. Quizá en algún caso funcionaría, y sería algo así como llave maestra que abre varias puertas. Aunque la verdad es que nadie puede darle una llave a nadie, ya que cada uno poseemos la propia. Y esa, y no otra, es la que mejor abrirá nuestras puertas logrando mantener en el tiempo lo que consigamos.
Además, creo que empezaríamos a creer que tenemos la “llave del éxito”, que hemos encontrado la piedra filosofal, que somos la repera, y trabajaríamos más desde el Ego que desde nuestro propio Ser.
Las recetas son geniales para la cocina. Y, las fórmulas, para las ciencias. Pero cuando hablamos de personas, el resultado que se da en una, nada tiene que ver con el que se da en otra, y lo que vale con una, quizás no valga con la otra.
Y sucede como en la película, cuando Vance va sacando los distintos palos, a veces incluso algunos inesperados y nos encontramos con tres jugadores, usando los mismos palos y obteniendo distintos resultados.
Es más, mismos palos valen para un momento determinado y al siguiente, ya no. Porque, aunque no lo creamos, “hace un solo momento” que todo cambió.
Tal y como dice Vance, todos nacemos con un swing, con una potencialidad, con algo que se nos da realmente bien. Algo con lo que estamos alienados y conectados al hacerlo. Así que, desarrollarlo, solo depende de nosotros. A veces lo encontramos, y otras lo perdemos. Y, es entonces, cuando algunas personas piensan eso que dice Junuh en una escena en el vestuario con Vance: “Un alma nace con todo lo que el Señor puede concederle. Las cosas no le salen bien y entonces se abandona y el Señor se lo arrebata todo. Y luego, esa alma muere sola”.
Y, aunque en la película se enfoca desde un punto de vista gracioso por la ironía de Bagger, la realidad es que es algo que muchas personas creen, y que determina o determinará el resto de sus vidas. Adoptando el papel de víctima que hasta entonces había asumido Junuh y que solo aliviaba con alcohol.
¿Reconoces o te reconoces pensando así en algún momento de tu vida? Yo sí, aunque afortunadamente no me quedé mucho tiempo en ese estado ni asumí ese tipo de creencia como una realidad en mi vida. Es una gran y terrible creencia limitante por lo derrotista que es. Te ata de pies y manos, caído en el suelo, sin posibilidad de levantar la cabeza.
La escena del bosque, donde él, cegado por el éxito pierde una bola, y tiene que meterse en él para buscarla. Para mí es una metáfora de esos momentos en los que nos sumergimos dentro de nosotros y en nuestra oscuridad. Hay luces y sombras, aunque dependiendo de cómo esté la balanza, nos inclinaremos más por las sombras. Y, todo aquello del pasado que nos ha ocurrido, que no hemos superado y que no hemos soltado, nos acechará hasta sumirnos de nuevo en esa neblina que nos impide tener foco y avanzar. Conectaremos con nuestros miedos más profundos, y nos llevarán hasta el no puedo hacerlo, no tengo fuerzas o se acabó.
Te pongo a continuación el fragmento aunque en un post posterior, haré un análisis más profundo de la película.
Cuando Vance dice eso de: “No necesito entenderlo. No hay una sola alma en la tierra que no soporte una carga que no entiende. No es usted el último. Aunque lleva demasiado tiempo cargando con esta. Siga adelante y suéltela”.
Y en ese momento, por fin, Junuh se rinde. Rendirse es el primer paso hemos de dar para soltar, y lo hace al decir: “No sé cómo hacerlo”. En este momento es cuando abandonamos la lucha, dejamos de resistirnos, y podemos avanzar para comenzar a liberar. Y en ese momento, tal y como dice Vance, solo hay dos caminos: “Parar, o empezar a caminar hacia donde ha estado siempre, quieto muy quieto, para recordar”.
Y qué es esto si no dirigirnos hacia nosotros. Hacia nuestro interior, para recordar eso que está dentro de todos y cada uno de nosotros. Eso a lo que tenemos derecho y nos merecemos recordar. Así, conectando con nuestre esencia, con lo que siempre fue empieza el juego de verdad, ese que no hay que ganar ni perder. Ese que solo hay que vivir.
¿Y cómo lo hacemos? Con silencio, escuchándonos, permitiéndonos mostrarnos y Ser.
Escribo esto y vuelvo a ver las escenas y se me ponen los pelos de punta. Es como un tetri o un cubo de Rubik que de pronto encaja y resulta obvio. La solución siempre está ahí, las piezas tienen un encaje perfecto, aunque solo si queremos y nos permitimos verlo.
Es como ese momento en el que algo se te estropea, te desesperas, lo golpeas, hasta haces amago de tirarlo por la ventana… Así, hasta que decides hacer algo al respecto y buscas las instrucciones, las lees, lo arreglas y ¡Voila!, se hizo la luz. ¡Qué fácil! ¿Verdad?
Y con nosotros es así. Hasta que no elegimos y decidimos hacer algo respecto, todo seguirá igual, quizá incluso, con el paso del tiempo, empeorará. ¿Y por qué o para qué conformarnos? Porque no es más sencillo si lo hacemos, todo lo contrario.
Y tú, ¿quieres hacer algo al respecto? ¿Qué harías? ¿Cuál es el paso más pequeño que te atreverías a dar?
Si no sabes cómo aunque sí qué. Si no sabes cómo ni qué. O quizás si sabes qué y cómo, y quieres que alguien te acompañe. Si es así ponte en contacto conmigo, y veremos cuál es la mejor ruta que puedes elegir para ti.
Me interesa tu opinión